[ DISEÑO DE IMAGEN y SONIDO // FACULTAD DE ARQUITECTURA, DISEÑO y URBANISMO // UNIVERSIDAD DE BUENOS AIRES // 2010 ]

martes, 23 de noviembre de 2010

PRE-ENTREGA

Edición Pre-Entrega
MISS AMNESIA

miércoles, 3 de noviembre de 2010

FIN RODAJE

Después de largos días de rodaje, terminamos de filmar...ahora entramos de lleno a la edición. Aca, algunas fotos del rodaje



martes, 26 de octubre de 2010

RODAJE

Tarde...pero arrancamos con nuestro rodaje. Después de las pruebas de iluminación, ensayo y demás, comenzamos. Acá, algunas fotos.





viernes, 15 de octubre de 2010

PRUEBA DE ILUMINACION

Estuvimos haciendo algunas pruebas en exteriores para encontrar el tono que queremos para las distintas escenas.










martes, 5 de octubre de 2010

REFERENCIAS - MONTAJE

Pensando en como puede afectar los contrastes de la iluminación al momento de realizar raccords de movimiento, buscamos alguna referencia que se ameseje a lo que buscamos...


sábado, 25 de septiembre de 2010

PERSONAJES

Los actores que van a interpretar los papeles de Verónica y Claudio.
Son para nosotros, los que más se asemejan a la propuesta estética del proyecto...

VERÓNICA


CLAUDIO

martes, 21 de septiembre de 2010

RECURSOS FORMALES

Iluminación y Cámara:

En lo que a cámara refiere, la idea es que, durante la historia paralela (mente de Verónica) esta acompañe a las sensaciones de la protagonista. Se apelará al recurso del fuera de foco y a los planos detalles para representar la confusión. Por el contrario, para expresar la situación de soledad del personaje, se utilizarán planos más abiertos, donde se vea a la protagonista sola en su entorno.
En cuanto a la fotografía del cortometraje, se utilizarán como recurso, contrastes en cuanto al color a utilizar tanto en la historia paralela como en lo que está sucediendo realmente. Por un lado, y para el encuentro de Claudio con Verónica, predominarán los colores cálidos, mientras que las imágenes referentes al pensamiento y sensaciones de Verónica, estará predominada de colores más bien fríos, para una sensación de alejamiento respecto del entorno y de enajenación del personaje.

Sonido:

Se utilizarán principalmente sonidos empáticos, es decir, que acompañen a la acción. Se utilizará también sonidos internos subjetivos que den cuenta de lo que siente el personaje. La idea es que el personaje esté abstraído de lo que sucede alrededor suyo, incluso cuando Claudio está hablándole. Esto ayudará a dar cuenta de un personaje aturdido por la situación. El sonido ayudará también a lo que montaje refiere, ya que algunos cortes serán mediante el sonido (ej. Grito del personaje que nos traslada a otro espacio).

Montaje:

En cuanto a montaje, se trabajará principalmente sobre el ritmo de la historia. Para las sensaciones como ser soledad o vacío, creemos que estas sugieren planos más largos mientras que la desesperación, acompañada a la acción del personaje, requieren de planos más cortos y mayor cantidad de estos.
Es, principalmente a partir del montaje, que se manejará el ritmo de la historia y permitirá el salto de la historia real a la mente de Verónica. Predominarán cortes sobre el movimiento para crear falsos raccords de espacio.

lunes, 13 de septiembre de 2010

INVESTIGACIÓN

¿Qué es la amnesia?

Hablar de la amnesia no es fácil, por tratarse de un término muy amplio y abstracto. ¿Cómo podemos representar entonces algo ajeno, algo que nunca padecimos? Para ello nos abocamos a buscar distintas definiciones sobre la palabra, no solo para encontrar definiciones más comprensibles sino también para reducir el campo de análisis. Es entonces que tomamos como punto de partida la obra de Marcel Proust “En busca del tiempo perdido”.

Amnesia significa para nosotros “falta de memoria”. La falta de memoria nos convierte en seres sin historia. El olvido traumático es también amnesia causada por golpes en la cabeza, que pueden generar amnesias de distintos tipos. Amnesia global es la pérdida total de la memoria. Puede deberse por un mecanismo de defensa el cual ocurre después de un evento traumático.

Proust distingue dos tipos de memoria: La memoria involuntaria, que se contrapone a la memoria voluntaria o memoria de la inteligencia. La primera es el tipo de memoria por la cual, el sujeto, sin esfuerzo alguno, recuerda algún hecho. Un ejemplo de ello es “Funes, el memorioso”, cuento de J. L. Borges, donde el personaje, no puede evitar recordar todo lo que le sucede, a tal punto que esta memoria involuntaria le impide pensar. La otra, dominada por un esfuerzo de atención, son los recuerdos que nos empecinamos en traer al presente por un acto voluntario, pero nada nos informa sobre el pretérito porque “no conserva el menor rastro de él”. Es esta última en la que concentraremos nuestro trabajo. Desde nuestra historia, asociaremos el concepto de memoria voluntaria al esfuerzo que realiza el personaje por recordar. No es la historia lineal lo que interesa sino una representación en imágenes de las sensaciones propiamente dichas de este estado. Es por ello que resulta volcar todo este análisis previamente realizado en conceptos que puedan traducirse a su vez en imágenes. Es así como asociamos esta amnesia, falta de memoria, a:

· Desconcierto
· Curiosidad
· Vacío
· Miedo
· Soledad
· Enajenación
· Incapacidad
· Desesperación

martes, 31 de agosto de 2010

REFERENCIAS II

Nos acercamos más al arte y ensayo y terminamos dejando de lado el relato clásico, así como también una historia lineal. Buscamos nuevas referencias...


La idea de circularidad como representación de la amnesia y de quere lograr algo y no poder.

domingo, 22 de agosto de 2010

REFERENCIAS AUDIOVISUALES

Mientras terminamos de preparar el guión, buscamos algunas referencias que se acerquen a nuestra propuesta estética.


-Requiem for a Dream (Darren Aronofsky, 2000)-



-Deja Vu (Tony Scott, 2006)-



-Persona (Ingmar Bergman, 1966)-


-Nine (Rob Marshall, 2009)-

jueves, 19 de agosto de 2010

MISS AMNESIA de Mario Benedetti

La muchacha abrió los ojos y se sintió apabullada por su propio desconcierto. No recordaba nada. Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. Vio que su falda era marrón y que la blusa era crema. No tenía car­tera. Su reloj pulsera marcaba las cuatro y cuarto. Sintió que su lengua estaba pastosa y que las sienes le palpitaban. Miró sus manos y vio que las uñas tenían un esmalte transparente. Estaba sentada en el banco de una plaza con arboles, una plaza que en el centro tenía una fuente vieja, con angelitos, y algo así como tres platos paralelos. Le pareció horrible. Desde su banco veía comercios, grandes letre­ros. Pudo leer: Nogaró, Cine Club, Porley Muebles, Marcha, Partido Nacional. Junto a su pie izquierdo vio un trozo de espejo, en forma de triángulo. Lo recogió. Fue consciente do una enfermiza curiosidad cuando se enfrentó a aquel rostro que era el suyo. Fue como si lo viera por primera vez. No le trajo ningún recuerdo. Trató de calcular su edad. Tendré dieciséis o diecisiete años, pensó. Curiosamente, re­cordaba los nombres de las cosas (sabía que esto era un banco, eso una columna, aquello una fuente, aquello otro un letrero), pero no podía situarse a sí misma en un lugar y en un tiempo. Volvió a pensar, esta vez en voz alta: “Sí debo tener dieciséis o diecisiete”, sólo para confirmar que era una frase en español. Se preguntó si además hablaría otro idioma. Nada. No recordaba nada. Sin embargo, experimen­taba una sensación de alivio, de serenidad, casi de inocencia. Estaba asombrada, claro, pero el asombre no le producía desagrado. Tenía la confusa impre­sión de que esto era mejor que cualquier otra cosa, corno si a sus espaldas quedara algo abyecto, algo horrible. Sobre su cabeza el verde de los árboles tenía dos tonos, y el ciclo casi no se veía. Las palo­mas se acercaron a ella, pero en seguida se retiraron, defraudadas. En realidad, no tenía nada para darles. Un mundo de gente pasaba junto al banco, sin pres­tarle atención. Sólo algún muchacho la miraba. Ella estaba dispuesta a dialogar, incluso lo deseaba, pero aquellos volubles con templadores siempre terminaban por vencer su vacilación y seguían su camino. En­tonces alguien se separó de la corriente. Era un hom­bre cincuentón, bien vestido, peinado impecablemen­te, con alfiler de corbata y portafolio negro. Ella intuyó que le iba a hablar. ¿Me habrá reconocido? pensó. Y tuvo miedo de que aquel individuo la in­trodujera nuevamente en su pasado. Se sentía tan feliz en su confortable olvido. Pero el hombre sim­plemente vino y preguntó: “¿Le sucede algo, señorita?” Ella lo contempló largamente. La cara del tipo le ínspiró confianza. En realidad, todo le inspiraba con­fianza. “Hace un rato abrí los ojos en esta plaza y no recuerdo nada, nada de lo de antes.” Tuvo la im­presión de que no eran necesarias más palabras. Se dio cuenta de su propia sonrisa cuando vio que el hombre también sonreía. Él le tendió la mano. Dijo: “Mi nombre es Roldán, Félix Roldán”. “Yo no sé mi nombre”, dijo ella, pero estrechó la mano. “No importa. Usted no puede quedarse aquí. Venga con­migo. ¿Quiere?” Claro que quería. Cuando se incor­poró, miró hacia las palomas que otra vez la rodea­ban, y reflexionó: Qué suerte, soy alta. El hombre llamado Roldán la tomó suavemente del codo, y le propuso un rumbo. “Es cerca”, dijo. ¿Qué sería lo cer­ca? No importaba. La muchacha se sentía como una turista. Nada le era extraño y sin embargo no podía reconocer ningún detalle. Espontáneamente, enlazó su brazo débil con aquel brazo fuerte. El traje era sua­ve, de una tela peinada, seguramente costosa. Miró hacia arriba (el hombre era alto) y le sonrió. Él también sonrió, aunque esta vez separó un poco los labios. La muchacha alcanzó a ver un diente de oro. No preguntó por el nombre de la ciudad. Fue él quien le instruyó: “Montevideo”. La palabra cayó en un hondo vacío. Nada. Absolutamente nada. Ahora iban por una calle angosta, con baldosas levantadas y obras en construcción. Los autobuses pasaban junto al cordón y a veces provocaban salpicaduras de un agua barrosa. Ella pasó la mano por sus piernas para limpiarse unas gotas oscuras. Entonces vio que no tenía medías. Se acordó de la palabra medias. Miró hacia arriba y encontró unos balcones viejos, con ro­pa tendida y un hombre en pijama. Decidió que le gustaba la ciudad.
“Aquí estamos”, dijo el hombre llamado Roldán junto a una puerta de doble hoja. Ella pasó prime­ro. En el ascensor, el hombre marcó el piso quinto. No dijo una palabra, pero la miró con ojos inquietos. Ella retribuyó con una mirada rebosante de confian­za. Cuando él sacó la llave para abrir la puerta del apartamento, la muchacha vio que en la mano de­recha él llevaba una alianza y además otro anillo con una piedra roja. No pudo recordar cómo se llamaban las piedras rojas. En el apartamento no había nadie. Al abrirse la puerta, llegó de adentro una bocanada de olor a encierro, a confinamiento. El hombre llamado Roldán abrió una ventana y la invitó a sentarse en uno de los sillones. Luego trajo copas, hielo, whisky. Ella recordó las palabras hielo y copa. No la palabra whisky. El primer trago de alcohol la bizo toser, pero le cayó bien. La mirada de la mu­chacha recorrió los muebles, las paredes, los cuadros. Decidió que el conjunto no era armónico, pero es­taba en la mejor disposición de ánimo y no se escandalizó. Miró otra vez al hombre y se sintió có­moda, segura. Ojalá nunca recuerde nada hacia atrás, pensó. Entonces el hombre soltó una carcajada que la sobresaltó, “Ahora decime, mosquita muerta. Ahora que estamos solos y tranquilos, eh, vas a decirme quién sos.” Ella volvió a toser y abrió desmesura­damente los ojos. “Ya le dije, no me acuerdo.” Le pareció que el hombre estaba cambiando vertigino­samente, como si cada vez estuviera menos elegante y más ramplón, como si por debajo del alfiler de corbata o del traje de tela peinada, le empezara a brotar una espesa vulgaridad, una inesperada anti­patía. “¿Miss Amnesia? ¿Verdad?” Y eso ¿qué signi­ficaba? Ella no entendía nada, pero sintió que empe­zaba a tener miedo, casi tanto miedo de este absurdo presente como del hermético pasado. “Che, miss Am­nesia”, estalló el hombre en otra risotada, “¿sabes que sos bastante original? Te juro que es la prime­ra vez que me pasa algo así. ¿Sos nueva ola o qué?” La mano del hombre llamado Roldán se aproxi­mó. Era la mano del mismo brazo fuerte que ella había tomado espontáneamente allá en la plaza. Pero en rigor era otra mano. Velluda, ansiosa, casi cua­drada. Inmovilizada por el terror, ella advirtió que no podía hacer nada. La mano llegó al escote y trató de introducirse. Pero había cuatro botones que dificultaban la operación. Entonces la mano tiró hacia abajo y saltaron tres de los botones. Uno de ellos rodó largamente hasta que se estrelló contra el zócalo. Mientras duró el ruidito, ambos quedaron inmóviles. La muchacha aprovechó esa breve espera involun­taria para incorporarse de un salto, con el vaso toda­vía en la mano. El hombre llamado Roldán se le fue encima. Ella sintió que el tipo la empujaba hacia un amplio sofá tapizado de verde. Sólo decía: “Mos­quita muerta, mosquita muerta”. Se dio cuenta de que el horrible aliento del tipo se detenía primero en su pescuezo, luego en su oreja, después en sus labios. Advirtió que aquellas manos poderosas, repugnantes, trataban de aflojarle la ropa. Sintió que se asfixiaba, que ya no daba más. Entonces notó que sus dedos apretaban aún el vaso que había tenido whisky. Hizo otro esfuerzo sobrehumano, se incorpo­ró a medias, y pegó con el vaso, sin soltarlo, en el rostro de Roldán. Éste se fue hacia atrás, se balan­ceó un poco y finalmente resbaló junto al sofá verde. La muchacha asumió íntegramente su pánico. Saltó sobre el cuerpo del hombre, aflojó al fin el vaso (que cayó sobre una alfombrita, sin romperse), co­rrió hacia la puerta, la abrió, salió al pasillo y bajó espantada los cinco pisos. Por la escalera, claro. En la calle pudo acomodarse el escote, gracias al único botón sobreviviente. Empezó a caminar ligero, casi corriendo. Con espanto, con angustia, también con tristeza y siempre pensando: Tengo que olvidarme de esto, tengo que olvidarme de esto. Reconoció la plaza y reconoció el banco en que había estado sentada. Ahora estaba vacío. Así que se sentó. Una de las palomas pareció examinarla, pero ella no estaba en condiciones de hacer ningún gesto. Sólo tenía una idea obsesiva: Tengo que olvidarme, Dios míó haz que me olvide también de esta vergüenza. Echó la cabeza. hacia atrás y tuvo la sensación de que se des­mayaba.
Cuando la muchacha abrió los ojos, se sintió apa­bullada por su desconcierto. No recordaba nada. Ni su nombre, ni su edad, ni sus señas. Vio que su falda era marrón y que su blusa, en cuyo escote faltaban tres botones, era de color crema. No tenía cartera. Su reloj marcaba las siete y veinticinco. Estaba sen­tada en el banco de una plaza con árboles, una plaza que en el centró tenía una fuente vieja, con angelitos y algo así como tres platos paralelos. Le pareció horrible. Desde el banco veía comercios, grandes le­treros. Pudo leer: Nogaró, Cine Club, Porley Muebles, Marcha, Partido Nacional. Nada. No recordaba nada. Sin embargo, experimentaba una sensación de alivio, de serenidad, casi de inocencia. Tenía la confusa impresión de que esto era mejor que cualquier otra cosa, como si a sus espaldas quedara algo abyecto, algo terrible. La gente pasaba junto al banco. Con niños, con portafolios, con paraguas. Entonces alguien se separó de aquel desfile interminable. Era un hom­bre cincuentón, bien vestido, peinado impecablemen­te, con portafolio negro, alfiler de corbata y un par­checito blanco sobre el ojo. ¿Será alguien que me conoce? pensó ella, y tuvo miedo de que aquel indi­viduo la introdujera nuevamente en su pasado. Se sentía tan feliz en su confortable olvido. Pero el hom­bre se acercó y preguntó simplemente: “¿Le sucede algo, señorita?” Ella ló contempló largamente. La cara del tipo le inspiró confianza. En realidad, todo le inspiraba confianza. Vio que el hombre le tendía la manó y oyó que decía: “Mi nombre es Roldán. Félix Roldán”. Después de todo, el nombre era lo de menos. Así que se incorporó y espontáneamente enlazó su brazo débil con aquel brazo fuerte.

martes, 17 de agosto de 2010

jueves, 22 de julio de 2010

DOCUMENTAL -FINAL-


-Primera Parte-


-Segunda Parte-

CARATULA

-Pabellón.22-

MI CONFESION


-Mi confesión, Leandro-

POEMA

"...Busco nuevos pájaros, para poblar nuevos cielos
busco hace tantos años con el más preciado anhelo
busco nuevas plantas, para un nuevo valle
busco mil esencias tantas que quizás nunca halle
perdidos en la vida, aunque sea buscar
y mi corazón nida la esperanza de encontrar
un mundo nuevo, con nuevos hombres
un cosmos nuevo, con mil colores,
un nuevo planeta, una nueva sociedad,
ya sin la bayoneta, ya sin la maldad
un mundo tranquilo con la paz ideal
donde todos seamos unidos y no haya prejuicio racial.
Yo busco, busco, busco, sin el milagro deambular
muchos me gritan loco, quizás este yo loco de verdad
pero si la locura es tan noble y bella
me pregunto yo entonces para que merd sirve la realidad."
-Ricardo-

miércoles, 19 de mayo de 2010

DESDE PALABRAS AL GUIÓN

Nuestro trabajo parte de tres ejes principales que a su vez están interdeterminados. Estos son la integración, el interno y la locura. Consideramos que estas tres líneas son las disparadoras del documental. Por un lado, planteándonos el paradigma de la locura, cuáles son sus límites y quienes la definen. A partir de ello, podemos relacionar la locura con las dos posturas que pretendemos contraponer en nuestro trabajo y a su vez, con el lugar que esta ocupa hoy en día (siendo ubicada dentro de los neuropsiquiátricos). De esta manera, por un lado se ubican aquellos que están a favor del manicomio y por otro quienes pretenden su cierre y que la locura sea un tema a tratar como un departamento más de los hospitales públicos.

La segunda línea de abordaje, la integración, se desprende de lo anterior. Son los talleres que, a partir de la fomentación de la creación y el arte, pretenden la reinserción del paciente en la sociedad. Dentro de los talleres, también se discierne sobre el manicomio y sobre su posible cierre. Los actores sociales para nuestro caso serían el “Frente de artistas” y el “Centro Cultural Borda”, quienes, paradójicamente, persiguen un mismo fin (la integración del paciente) y comparten las mismas actividades, pero a partir de caminos opuestos.

En un tercer lugar, y como actor principal de nuestro documental se encuentra el paciente, quien, más allá de las opiniones de terceros es cuya opinión más nos interesa, ya que es quien permanece en el lugar. El objetivo del documental, es conocer a la persona detrás del interno institucionalizado, y que, de acuerdo al hospital, debe ser permanente por lo que debe permanecer encerrado allí. La idea es mostrar como el interno se resiste a este encierro y a la soledad, a partir por ejemplo, de los talleres.

Creemos que en el hospital Borda se crea un muro. Palabras que son utilizadas coloquialmente en el lugar, como por ejemplo, “Pabellón”, dan cuenta de ello. Este muro es lo que genera el encierro, la soledad y es lo que nos lleva a preguntarnos si, más allá de los talleres, este espacio posibilita la reintegración del paciente. La pregunta es si en algún momento quien estuvo en el hospital, puede volver a reinsertarse en la sociedad, o si se verá estigmatizado ante los demás por pertenecer al "Borda" o si realmente mostrará condiciones que le permitan reintegrarse.

A su vez, este “muro” separa varias cosas. Por un lado, para aquellos que están en el lugar, dejan de ser personas, para pasar a ser considerados, “internos”. Esta división los enajena y los hace perder su condición que también les permitiría el reintegro con la sociedad. Están de algún modo condicionados y sujetos al hospital, más allá de ser externados. Carecen de recursos, dinero y a veces hogar y familia como para poder sustentarse por sus propios medios luego de abandonar el hospital. Esta enajenación se da a partir de los prejuicios, que de manera aún abstracta, separan a quien está dentro, de quien está fuera del hospital.

CRUDO ENTREVISTAS A PACIENTES



lunes, 10 de mayo de 2010

DESMANICOMIALIZACIÓN

Un punto de vista… Esta corriente de transformación institucional plantea la necesidad de un cambio radical de las instituciones manicomiales (…). En estos lugares, la persona va siendo sometida a una serie de despojos: la pérdida de su identidad, la fragmentación de los lazos sociales y afectivos, el arrasamiento de sus deseos, la privación de su intimidad, el menoscabo de sus derechos civiles y políticos. En fin, de todo aquello que es más propio y singular de un ser humano. Estas privaciones cobran tal valor de naturalidad que quienes componen el sistema institucional pierden sensibilidad, pensamiento crítico, y por sobre todo, capacidad creativa.
Dentro de esta corriente crítica a nivel mundial se genera un movimiento de transformación de la atención de la salud mental, de abolición de los manicomios, llamado Desmanicomialización. La primera experiencia, en Trieste, Italia, dirigida por el Doctor Franco Basaglia, logra el cierre del manicomio y la introducción de toda una estructura comunitaria en la atención de la salud mental. Los puntales más fuertes de este proceso se centraron en la instauración de la modalidad de internaciones breves, a las que se apela como recurso de última instancia, y en la puesta en marcha de diversos dispositivos de integración.

DESMANICOMIALIZAR
NO es el cierre del Hospital Público.
NO es dejar a los internos en la calle.
NO es dejar a los trabajadores de la salud sin sus puestos de trabajo.
NO es privatizar la atención de la salud pública.
NO es sobremedicación.
NO es encierro.
NO es segregación.
NO es violencia física, psíquica y química.
NO es depósito de las personas.
NO es abandono ni desamparo.
NO es judicialización de la internación.

DESMANICOMIALIZAR
ES la atención digna de la salud mental.
ES transformar el vínculo entre profesional y paciente.
ES internación corta en Hospitales Generales o Centros de Salud Mental.
ES dignificar el trabajo de los enfermeros.
ES atención ambulatoria domiciliaria: el profesional va hacia el paciente y/o el paciente va hacia el profesional.
ES recuperar los lazos familiares y sociales de los pacientes.
ES garantizar la vivienda (propia y/o familiar; o a través de hogares sustitutos, casas de medio camino, etc.).
ES garantizar el trabajo de los pacientes (mantenimiento de la relación laboral; creación de cooperativas, bolsas de trabajo; microemprendimientos y otros).
ES una mejor utilización y distribución de los recursos económicos.
ES brindar más información, apoyo y contención a las familias.
ES convertir al “manicomio” en un Hospital General con un área de Salud Mental.
ES la búsqueda de nuevas alternativas de tratamiento.
"Desmanicomializar. Diecisiete letras, las conté.
Una palabra larga y difícil de pronunciar.
Es más rápido decir: ¡NO TEMAS ó HACETE CARGO!"
C. Canosa (ex-tallerista)

jueves, 22 de abril de 2010

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

Como sostiene Foulcault en “Historia de la locura en la época clásica”, “el loco” es el heredero del lugar marginal a lo largo de los tiempos: el sifilítico, el leproso, el tuberculoso, el delincuente; en la actualidad, podríamos pensar el potador de HIV; produciéndose una reiterada segregación, antaño en un acto real en La Nave de los Locos, y en estos tiempos de las formas más sofisticadas simbólico-imaginarias posibles.

Los “locos” o diagnosticados como tales, ubicados en la línea de los perdedores son marginados de la sociedad, restándoles como únicos lugares de circulación y producción los talleres protegidos, donde pueden desarrollar actividades productivas a cambio de una pequeña remuneración, el hospital de día, y demás actividades para pacientes psiquiátricos. En estos escasos lugares de pertenencia, reservados para los pacientes psicóticos, las histéricas, víctimas de diagnósticos erróneos, circulan laboral y socialmente, constituyéndose en una más entre ellos.

Nota "El Psitio", Diagnostico Diferencial, 23.06.2006

domingo, 18 de abril de 2010

REFERENCIAS AUDIOVISUALES


-Trailer del documental "LT22 Radio "La Colifata"-



-Publicidad Aquarius "La Colifata", año 2008-

sábado, 17 de abril de 2010

PRIMERAS CONCLUSIONES

Para aquellos internos que están alojados en el hospital, el límite entre la locura y la cordura es ínfimo. Traspasarlo implica terminar en el lugar donde están. El hospital Borda se ha visto descuidado, desprotegido, en un estado de negligencia. Por ende, para aquellos que se encuentran asilados en el lugar, estas condiciones físicas no son favorables para su rehabilitación. Aquellos que deben encargarse de mejorar este espacio, o de simplemente mantenerlo, terminan abandonándolo a su suerte, al punto que en el 2008 hasta se tuvo en cuenta quitar este espacio (junto con el Hospital Moyano) para construir un nuevo barrio elite.

En estas condiciones, resulta difícil encontrar un hábitat favorable para la rehabilitación del paciente, muchas veces abandonado por sus familiares, sin amigos, alejado de su medio social, sin trabajo, etc. Para el paciente el hospital se transforma en su casa, en su vida, en su único lugar en el mundo.

¿Cómo se hace entonces para que el hospital no se convierta en una “cárcel de locos” o un lugar para acumular gente? ¿Es posible qué esto no sea así?¿es realmente un lugar que favorece a la rehabilitación del paciente o termina por aislarlo aún más?